jueves, 3 de junio de 2010

La ciudad de los muertos






A Sabina, uno de los personajes del libro La Insoportable levedad del ser de Milan Kundera, le horrorizan los cementerios grandiosos, como el Père Lachaîse de París, en los que los hombres perpetuan su vanidad y su clasismo hasta después de la muerte. Sabina es checa y está acostumbrada a los cementerios de la Bohemia, con sus tumbas cubiertas de flores y césped que se mezcla con las hojas de los árboles que van cayendo sobre ellas; lugares donde los muertos se funden con la tierra que les dio origen y la nutren, en una simbiosis material y simbólica. Estos cementerios infunden paz, los otros infunden una sensación bélica, de lucha por querer permanecer en el mundo burlando nuestra esencia pasajera. Estos panteones de piedra son como miradas amenazantes de los muertos que te advierten que ellos fueron superiores y lo seguirán siendo por los siglos de los siglos, amén. El epitafio "descanse en paz" en estas construcciones parece una broma macabra. Así es el cementerio de la Chacarita en Buenos Aires, con su urbanismo jerárquico y frío, con sus muertos habitando como fantasmas sus panteones de fantasía, rogando a los paseantes que los saquen de ese purgatorio al que ellos mismos se condenaron y los pongan en contacto, ¡al fin!, con la tierra donde hundieron sus raíces.

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