Una de las tradiciones que hasta hace unos años se conservó en mi pueblo, El Provencio, fue la de los mayos. Durante este mes, los mozos salían a escribir versos y coplas bonitas a las mozas en las paredes de las cercas. Con el tiempo, las mujeres también se armaron con su brocha y su pintura y comenzaron a escribir sus coplas. Poco a poco, las coplas degeneraron en simples frases divertidas, ocurrencias y, a veces, en puros insultos.
Todavía se pueden leer en las paredes algunas de las pintadas de los últimos años, con ese aire jocoso y socarrón que es la sal de la vida.
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