viernes, 2 de julio de 2010

En Tláhuac ya no hay naguales...












Las chinampas

Mariel y Dana en la trajinera

Una noche de muertos en Tepoztlán, un pueblito del estado de Morelos, el mayordomo de una iglesita de barrio empezó a contar historias extraordinarias de naguales, de hombres que se convertían en animales e iban en busca de sangre para alimentarse. Al final de sus relatos nos dijo: “pero no se preocupen, eso pasaba cuando no había luz eléctrica y ahora todo el pueblo la tiene”. La luz eléctrica es signo y símbolo de la modernidad, la luz eléctrica no sólo ahuyenta a los naguales, sino que apaga los relatos orales sobre ellos.

Tláhuac es un pueblito al sur de la ciudad de México donde aún se conserva el sistema prehispánico de cultivo de chinampas. Como la ciudad de México antes de ser un lago de asfalto fue una ciudad sobre un lago, sus habitantes idearon este sistema de cultivo: sobre unos troncos superponían capas de hierba y de tierra, en estas fértiles islas flotantes sembraban sus productos. Mariel es de Tláhuac, cuando su abuela era joven navegaba hasta “La Viga”, casi en el centro de la ciudad, para vender sus productos; su abuelo nadaba en los canales de agua transparente y los tlahuaquenses cocinaban platillos con las huevas de las moscas de agua. Ahora el lago de Tláhuac es un rincón precioso en medio de una ciudad omnívora y canibal que devora todo lo que se encuentra a su paso. Las aguas de los canales del lago de Tláhuac ya no son cristalinas, ya no hay moscas de agua ni se ven ajolotes y ya no se puede nadar, lo que fue canal de agua hacia el centro de la ciudad ahora es río de concreto, pero Tláhuac sigue siendo un pueblo tranquilo de tradiciones arraigadas. Desde hace un par de años el gobierno del Distrito Federal ideó un plan de ampliación del metro, como el norte ya no se puede expandir, el sur se convirtió en punto de mira para los caníbales que regentan el poder. La línea doce de metro llegará a Tláhuac, a pesar de que la tierra es frágil porque se engendró de un lago, a pesar de que durante su construcción se derrumben barrios, cuanto más difícil es el proyecto, mayor placer le produce al hombre su lucha contra la naturaleza. La boca del metro no sólo es una bonita puerta de entrada y salida de pasajeros, sino una puerta al progreso, y quién duda lo que significa “el progreso”, el progreso es el parque comercial en vez de los abarrotes, el parque industrial en vez del taller del artesano, el progreso es los vertidos de las industrias y los nuevos vertederos para guardar los deshechos de la gente que llega de la provincia hacia la ciudad para hipotecar su vida por un salario de miseria.

La luz eléctrica fue un adelanto maravilloso de la ciencia, pero la luz eléctrica no sólo iluminó las calles y permitió grandes avances tecnológicos para mejorar el bienestar del hombre, sino que encendió con más fuerza los motores del “progreso” con todas sus nefastas consecuencias. Ahora que los habitantes de Tláhuac observan impotentes cómo el DF empieza a devorar su pueblo sin piedad, los naguales han decidido hacer sus maletas, guardar un puñado de su tierra de origen en una bolsita y mudarse más al sur, hasta que dentro de veinte años el DF vuelva a tocar su puerta...


No hay comentarios: